19 May

Yo, voté por Susana en las elecciones del 2010, fue mi primer sufragio. No hacía mucho que había tramitado mi documento de identidad, pero a pesar de ser la primera vez que iba a votar lo hice con duplicado, ya que por mi desordenada juventud a menudo extraviaba mis documentos. Era mi primer voto y la razón de peso que me motivo al voto por Susana, fue mi sensibilidad social y mi reciente incursión en política. Al igual que muchos limeños, tenía la esperanza de una gestión municipal diferente de cara a la gente, que dé salidas a los problemas de la ciudad, pero sobre todo, que sea transparente. Digo todo esto, para dar forma a una opinión objetiva. 


A mi entender, la gestión de Susana Villarán culminó siendo un fracaso, tanto electoralmente como en relación con el modelo de gestión que pretendió desarrollar. Esto, a consecuencia de una subestimación de sus adversarios y sobre todo sus aliados, de la sobreestimación de su respaldo político y de sus capacidades de gestión, y de un muy mal manejo político, todo lo cual desdibujó la imagen con la que ganó la elección del 2010, en la que yo deposité mi confianza (una figura carismática con énfasis en preocupaciones sociales y cercanía a sectores populares), por lo que terminó con muy bajos niveles de aprobación, totalmente aislada políticamente, con una imagen de ineficiente (vaga) y lejos de los sectores que le brindaron el apoyo, más cerca de las clases altas.  


A continuación, señalaré algunos pasajes que seguramente ustedes también recuerdan. Primero, la famosa carta de Villarán enviada desde Madrid desconociendo los acuerdos, a los que habían llegado los dirigentes de su partido con las demás organizaciones de izquierda que conformaban la confluencia, para presentar una fórmula unitaria, lo que contribuyó a la fragmentación y debilitamiento de este sector en dicha contienda. Así, el Perú se perdió una oportunidad muy propicia para sentar las bases de la reconstrucción de una alternativa política progresista y de izquierda, en una sola propuesta en el marco de las elecciones generales del 2011. 


Al año siguiente, el 2012 el Sr. Castañeda y el recordado Marco Tulio Gutiérrez, iniciaron la recolección de firmas para convocar a un referéndum revocatorio, el mismo que se llevó a cabo al año siguiente. Cómo olvidar la maniobra muy hábil del PPC de la ex candidata Lourdes Flores, estrechando el apoyo a Villarán, a viva voz de: ‘No, No, No… 40 veces No’. Bueno, lo cierto es que el PPC votó solo por los últimos 20 de la lista de 39 regidores. Si bien los resultados ratificaron a Susana Villarán en el cargo, provocó la pérdida de casi la totalidad de sus regidores y con ello una mayor inestabilidad política de la que ya tenía.  


Cabe señalar que en dicha campaña por el NO, se desarrollaron dos tipos de campaña. La primera, aceptando el sucio dinero de Oderbretch, con ingentes recursos y expertos en marketing político, cosa que se hizo a espaldas de sus aliados políticos; y la otra, la que desarrollaron los partidos, quienes, como habían hecho antes, se basaron en sus propios medios y la acción sacrificada de sus militantes, una campaña en la que también forme parte, porque el tema de fondo era que la revocatoria fue uno de los actos más prejuiciosos, utilizado para evitar que la gestión de Villarán indagara en las atrocidades del periodo de Castañeda. Ahora todo eso se ha olvidado, pero hubo muchos jóvenes que no recibimos ni un sol, y que apoyamos la campaña del NO con desinterés auténtico: estudiantes, obreros, trabajadores, los sin techo (MST), indignados ante una campaña feroz de la derecha bruta y achorada que descalificaba a Villarán con estigmas. 


En el verano del 2015 celebré uno de mis mejores cumpleaños, fue a todo dar, coincidió con el de una compañera de promoción que no veía desde el 2007, también cumplía 24 años por esos días. Un amigo trajo 4 ‘Johnnie walker’ y piqueos, era la primera vez que tomaba whisky. Se puso interesante la reunión, al fin y al cabo, todos los que estábamos en la ronda teníamos casi la misma impresión de la Gestión Villarán. En que uno de sus vacíos fue no hacer política en cara a la gente, se necesitaba consolidar la base social que nos costó mucho conquistar y en suma terminó dándole la espalda. Ello hubiera sido el soporte a la campaña mediática que desataron en su contra. 


Tengo que reconocer, que era muy novato para darme cuenta de todo esto, fui un ciudadano más, que creyó en que esto sería el preludio de un proyecto mayor, que redimiría los triunfos de la década de los 80´s con las izquierdas y el progresismo. Al igual que muchos limeños me siento traicionado. 


No obstante, que todo este clima de desgaste político, se vio agudizado desde un inicio. Susana como alcaldesa fue blanco desde el primer día su gestión de una campaña sucia, de mentiras y desprestigio promovido y financiado por la derecha más retrograda encabezada por el fujimorismo y el Apra. Es cierto también, que fue la única gestión que se enfrentó a temas controvertidos como: la defensa de comunidad LGTBI, el reordenamiento de “la Parada”, la reforma del Transporte, entre otros. Son asuntos que colisionaron directamente con la gestión de Villarán. Claro está, que ello no justifica los actos de corrupción en los que se ve comprometida. Siempre mantuve la frase: “condenar la corrupción venga, de donde venga”.        


En Setiembre del año pasado, pude ver sólo fragmentos del último debate municipal días antes de las elecciones, como era de costumbre los primeros en los sondeos no les da la gana de asistir al debate, mejor dicho es una mala costumbre, muy poco democrática. El entonces candidato Muñoz, en su intervención dijo: “la corrupción de hoy, la heredamos desde Castañeda”, creo que no pudo ser más exacto en esta alusión. Pues durante los mandatos de Castañeda sus principales obras han estado asociadas a cuestionamientos por sobrecostos y retrasos en su ejecución. 


Por Castañeda no voté, creo que queda claro. Ni votaría tampoco, ya que es alguien a quien siempre he combatido y cuestionado, sobre todo por su célebre consigna popular “roba, pero hace obra”, nada más estúpido para justificar su corruptela. No me conoce, ni yo a él. Pero si sé de su pésima gestión: totalmente de espaldas a la gente, muy poco democrática. Exhibió un talante sectario, renuente a la autocrítica, al entendimiento, al diálogo y a la empatía. Así lo evidencian su nubloso proceder e inocultable sello  autoritario y escasa tolerancia. Todo ello reflejado en un 78% de rechazo y, únicamente, un 15% de aprobación en el desenlace de su última gestión.


Recuerdo que durante su tercera gestión edil, Castañeda publicitó el  baipás de 28 de Julio como su obra emblemática, la que hasta el momento no logro comprender su utilidad, sumado a ello la ampliación  de las avenidas Javier Prado y Benavides representan un modelo fallido de urbanismo, en que un municipio trata de responder a un incremento de la demanda para utilizar vehículos privados, con una mayor oferta de vías. Muchos estudios ya han demostrado que este modelo no reduce la congestión, sino que aumenta la cantidad de tráfico, contaminación y el consumo de petróleo. No obstante, cuando empezó su construcción, la teniente alcaldesa Patricia Juárez indicó que para el alcalde esta obra era su prioridad. “Es una de las obras más importantes que estamos entregando a la sociedad”. Lo cierto, es que este proyecto enfrentó importantes cuestionamientos por corrupción. 

Para entender un poco mejor, es necesario recordar dos hechos puntuales, que al igual que Susana Villarán, comprometen al Sr. Castañeda. 

El 2009, la municipalidad de Lima, entonces al mando de Castañeda que iba en el penúltimo año de su segunda gestión, concesionó el proyecto vial Línea Amarilla a la empresa LAMSAC, entonces socia de la constructora brasileña OAS. Se designó a OAS Sucursal del Perú como encargada de las obras de Línea Amarilla. Tal fue la envergadura del proyecto (una inversión de 570 millones de dólares), que a la firma del contrato asistió el entonces presidente de OAS, José Adelmário Pinheiro. Si, él mismo que fue encarcelado y sentenciado por corrupción en el marco de la investigación del caso Lava Jato.


Dos años después, en 2011, un diario señalaba que la gestión de Susana Villarán cambió parcialmente el proyecto original y aumentó el costo. Le cambió de nombre a Vía Parque Rímac, porque incluyó entre otras cosas la creación de 25 hectáreas de áreas verdes para la recuperación de la ribera del río Rímac. Espero no marearlos con los números, pero el costo aumentó en 130 millones de dólares, con los cual la obra pasó a costar 700 millones de dólares.


Un tema aparte pero vinculado a la corrupción de Castañeda es Comunicore 

El caso Comunicore que reventó el 16 de diciembre del 2009, cuando se reveló que los principales gerentes de la gestión de Luis Castañeda –hombres de toda su confianza desde hacía dos décadas-, beneficiaron entre los últimos días del 2005 y los primeros del 2006 a una desconocida empresa llamada Comunicore, con el pago de una deuda de S/. 35.9 millones, que no estaba presupuestada y que se canceló de un porrazo pese a que debió hacerse en diez años.


La denuncia motivó la intervención de la Contraloría de la República y la investigación de la Primera Fiscalía Anticorrupción, que en diciembre del 2010 determinaron que la millonaria operación fue ilegal y perjudicial para los intereses del fisco municipal. El Ministerio Público denunció a 15 investigados, incluyendo a Castañeda, pero el Poder Judicial sólo abrió proceso a 14, excluyendo al hoy ex alcalde.


El mudo parece inmune a temporales políticos e incluso a denuncias documentadas, como un “puente que no se cayó, solo se desplomó”; al respecto, un grupo de congresistas pidió investigarlo por su falta de prevención de desastres; la caída más fuerte de su aprobación, y el levantamiento del secreto de sus comunicaciones telefónicas autorizado por un juez en el marco de una investigación, por presunta colusión por haber supuestamente negociado, sin ser alcalde, modificaciones al contrato de concesión de la Línea Amarilla. 


Finalmente, quisiera entender que todos deben ser medidos con la misma ‘vara’, ya que todos somos en teoría iguales ante la ley.  


Como hemos podido apreciar Susana vivió desde el inicio de su gestión una campaña de desprestigio, oscura cargada de mentiras, y una mafia detrás de ello encabezada por fujimorismo y el Apra. Para combatir a esta mafia se apoyó en el dinero de otra mafia, esto no la exime de responsabilidad, por el contrario debe ser juzgada como cualquier otro corrupto. Pero la derecha y los medios de comunicación nos quieren hacer entender que la izquierda en su conjunto son todos corruptos, y que la única corrupta que está involucrada con Oderbretch y OAS en particular es Susana; y que el Sr. Luis Castañeda no tiene responsabilidad alguna en todo esto. Hay un refrán que dice: “justicia que tarda, no es justicia”, y creo que debe actuarse ya. Desde luego la corrupción debe combatirse venga de donde venga, y todos los caminos conducen a los negociados y turbios acuerdos del Sr. Castañeda con las empresas brasileñas, me reafirmo que debe tener el mismo final que Villarán. ¡Corruptos a la cárcel!.


Miguel Villaverde Cisneros

19/05/19

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